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EDITORIAL
Llallagua en Permanente Campaña
Una vez más el Señor nos concede llegar a celebrar la Solemne fiesta en honor a la “Virgen María Madre Dios”. Con profunda gratitud, la gran familia de esta comunidad parroquial, abrimos nuestro corazón para decirle cuanto la amamos, pues por medio de ella tenemos el regalo más grande y maravillo: Jesús nuestro Salvador.
Hoy Llallagua ya es una ciudad, donde se vive una marcada diferencia entre los pocos que tienen mucho y los muchos que tienen poco. Tenemos centros comerciales y financieros, con ambientes bonitos, en la parte central, casas muy rústicas y muy pobres, en la periferia. Los cristianos tenemos una tarea fundamental que es construir la ciudad como un lugar adecuado de convivencia entre hermanos y hermanas, crear nuevos modos de unirnos, dando un mensaje de esperanza por medio de la fraternidad y de formas concretas de justicia.
Ante estos desafíos, la parroquia quiere ser un espacio para reavivar la fe y la esperanza, donde podamos sentir la presencia de Dios y su Amor, que nos invita a todos a ser corresponsables en la construcción de su Reino de justicia y de paz. Soñamos en una parroquia como la Casa de Todos y una comunidad de comunidades, porque solo así será capaz de conocer, celebrar, vivir, alimentar y compartir la fe. Es por eso que, desde hace tres años la Parroquia, impulsa a celebrar una fiesta, no solo de los católicos o de los devotos de la Virgen de la Asunción, queremos que la fiesta sea de TODOS, por eso es que desde hace tres años estamos impulsando campañas de concientización. El primero fue LLALLAGUA TE QUIERO LIMPIA, el segundo EL ABRAZO EN FAMILIA y en este año LA FAMILIA CUIDANDO EL AGUA. Urge entonces, construir, día a día una ciudad limpia y sobre todo que nadie se sienta excluida a través de un abrazo. Entre todos vivimos el problema del agua, es hora de reflexionar.
A través de esta EDICIÓN ESPECIAL de la “HORA DE LLALLAGUA”, queremos dar la bienvenida a todos los Llallagüeños, peregrinos, devotos y visitantes, para que disfruten de esta majestuosa Fiesta Patronal de la ASUNCIÓN DE MARÍA, que nos invita a sus hijos e hijas a confraternizar y compartir de la expresión cultural y folklórica más rica del Norte Potosí. Tenemos la dicha de estrenar una nueva carretera, queremos que este camino nos lleve a la unión de pueblos y nos lleve al progreso y desarrollo del todo el municipio. Reafirmemos nuestra devoción a la Mamita Asunta, que nos lleva a Jesús que es el Camino, la Verdad y la Vida y que bendiga a nuestro pueblo, a sus autoridades y a todos sus ciudadanos.
Una historia con mucho polvo y pólvora
Los huracanados vientos neoliberales arrasaron las minas estatales en 1986. Los valientes trabajadores mineros, que no pudieron doblegar las dictaduras, fueron sacados de sus tierras, en plena democracia. Fueron relocalizados.
Camiones repletos, familias enteras se iban de estas tierras, por la madrugada, tarde, de noche. Los campamentos quedaron vacíos, y se convirtieron en pueblos fantasmas.
El padre Roberto, entonces, convocó a una procesión desde la Parroquia de Siglo XX hasta las montañas vecinas de colas y desmontes para sembrar flores en la piedra.
“Sembrar donde nos dicen que hay muerte”, gritó, por el poderoso altoparlante de la Radio Pío XII el cura norteamericano, Oblato de María Inmaculada, que en 1962, al llegar al inhóspito distrito minero del altiplano boliviano, no entendía las consignas anti yanquis de los muros y que revivió la experiencia de los primeros Oblatos llegados a Bolivia.
P. Roberto Durette, OMI, llegó a la región Norte Potosina en 1962 y asumió la dirección de la Pío XII en 1975, “justo cuando la radio fue destrozada por el régimen de Banzer”.
“Me golpearon hasta dejarme inconsciente en la parroquia de Llallagua, yo no estaba metido en la radio, pero llegaron los agentes del Ministerio del Interior y me pegaron”, cuenta el oblato.
A partir de entonces P. Roberto se dedicó a reconstruir la Pío. A cada destrozo la reconstrucción se volvía a hacer: en 1975 y 1976 con el dictador Hugo Banzer, en 1978 con el dictador Juan Pereda Asbún, en 1980 con el dictador Luis García Meza … Los mineros eran reprimidos, asesinados, torturados, exiliados y la radio destruida.
P. Roberto entre sus comentarios, decía que nunca había visto llorar a los mineros, hasta antes de la relocalización de 1986, este efecto neoliberal marcó la historia y la vida de la Iglesia de este pueblo. Víctor Paz Estensoro los había dejado marchar (“La marcha por la vida”) durante semanas desde Oruro a La Paz y en Calamarca, casi a las puertas de la ciudad, les envío Ejército y Aviación. Con el terror de un campo de batalla los devolvió… esa noche era una tristeza grande… habían perdido… tenían que abandonar el distrito minero de Siglo XX y, relocalizados, irse…” Veintiséis mil se fueron de los distintos centros mineros estatales.
“Empezó el éxodo hacia las ciudades, durante meses, toda la gente que había conocido, con la que habíamos trabajado empezaron a irse en camiones, unas diez familias por día, durante meses y meses y se vació el campamento minero” recuerda con añoranza el padre.
En la Navidad de 1996, en la masacre de Amayapampa y Llallagua, la Pío era parte de objetivo militar. Y los curas y la radio, otra vez, contando heridos y enterrando muertos. P. Roberto después de haber visitado el lugar decía: “Vi la miseria, el pueblo abandonado, sin agua potable, había un pozo de mala muerte, había que esperar 10 a 15 minutos para llenar un bidón de cinco litros… la escuela abandonada, las casas vacías. Entonces miré el cerro al frente y dije, este cerro, ¿cuántos millones de dólares, de oro, ha producido? No hablaremos de lo cristiano sino de lo humano. ¿Cómo puede uno sacar oro por millones de dólares y dejar a un pueblo en la miseria y no pensar que eso un día creará rebeldía y reacción? Y viene el Ejército para sellar esta injusticia. No podía comprender”.
Quince años después la historia continúa. El P. Roberto no declinó en su obra y continuó en la pelea por la justicia, la verdad, la vida. Llevando como compañero de lucha a Cristo resucitado y como protectora a la mamita Asunta.
Por esto y por muchas otras razones, el P. Roberto Durette se convierte en un “nortepotosino de corazón, en un llallagueño de cepa y en un boliviano del alma”.
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